
El Caspio iraní (fotos AQUÍ)
Lo primero que llama la atención al aterrizar en el Caspio es el verde paisaje y su elevada humedad. En comparación con los 1.500 metros de media de la capital, con su sequedad impertérrita y su nula pluviosidad desde mayo, contrasta sobremanera apreciar el campo verde y los bosques de chopos y otros árboles familiares del cantábrico. Y permite constatar una vez más la heterogeneidad de este país tan vasto en territorio y con clima tan diverso ¡Verde que te quiero verde! Nos acompañó el primer día un sirimiri muy “nuestro”, pero aún así poco más ocultaba que nos encontrábamos en Irán: Rostros serios, cabezas tapadas ellas, instalaciones sencillas, conducciones temerarias y humildad “oficial”, que además estamos en Ramadán.
Tras pecar a mediodía en el hotel (Ramadán…) por la tarde nos dirigimos al principal reclamo turístico de la población: la laguna de Anzalí. Se trata de una laguna relativamente grande que recorrimos en lancha a motor a toda castaña. Al combinar agua dulce con un entrante del Caspio (que tiene algo de sal) es un enclave óptimo para todo tipo de plantas y flora acuática, así como para avistar aves. Lo cierto es q anduvimos 25 minutos con el viento de cara surcando el agua y 5 minutos sacando algunas fotos a los pocos nenúfares que en esta época están en flor, pero fue divertido y curioso por lo diferente. Desembarcamos en el paseo marítimo de la localidad, y por fin nos asomamos al Caspio iraní. Algo menos contaminado que en la costa azerbayana, las playas estaban desiertas pero parecían amplias y con buena arena.
Pues eso fue la excursión al Caspio. Fuimos también a LAHIJAN, una población cercana que leímos que era la única con cierto interés por la zona. Pero fue visto y… nada que hacer. Tiene un parque en lo alto de una colina, una laguna central con escaso uso, y mucha gente paseando sin cometido alguno.
Y ahora me quedan…15 días!! Y algunos sitios que visitar antes de mi vuelta. Seguiré escribiendo.
Sed buenos.
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