21 de febrero de 2008

100 días después

Las cifras no mienten. Aunque pienso que el paso del tiempo es diferente en uno y otro lugar y en según qué circunstancias, si nos ceñimos al calendario, estoy cerca de sumar 100 días desde que aterricé en Teherán. Por un lado, tengo la sensación de que estoy donde debo, (en mi destino, g, g), que llevo poco tiempo y que al fin y al cabo cuando vuelva La Concha no se habrá movido. Por otro lado, os echo de menos, gente; ahí sí que siento que ha pasado tiempo sin veros… pero creo en la frase de Saint-Exupéry, así que nos seguiremos encontrando aquí y allá, seguro.

El caso es que voy formándome una idea de lo que es este país y su gente. Y como mi intención es difundir MI visión de esta cultura tan desconocida y satanizada, espero que sirva para borrar algunos tópicos y confirmar alguna sospecha. Me repetiré en algunos puntos, pero todo sea por mor de recogerlo todo en esta entrada.

Si he de definirlo de algún modo, diría que Irán es un pañuelo. Con un lado público, y con otro privado. Y digo pañuelo porque si bien es cierto que el término para definir a la vestimenta islámica que oculta el rostro es el velo, su uso para simbolizar a esta sociedad es la primera y más evidente falacia que los occidentales constatan al pisar Irán. Por mucho que los clérigos seguro que desearían que las pecaminosas “hembras” fuesen con chador, lo normal en Teherán y en las grandes ciudades es vestir un pañuelo... porque, de eso sí que hay más constancia, ya puede ser musulmana, judía, cristiana o alienígena, que en cualquier lugar público ha de tener la cabeza cubierta. Muchas (entre la juventud una mayoría) lo portan a media cabeza porque la premisa básica parece ser la de cubrirse la coronilla, pero en cualquier caso la policía acecha en busca de “indecentes” que muestren más de lo que consideren oportuno. La policía moral, por cierto, es una mujer (una o dos cucarachas) que le dan una charla didáctica a la desdichada al meterlas al furgón.

En fin, aceptamos entonces pañuelo en vez de velo. Pero, ¿Por qué lo elijo como símbolo?… Podría escoger las piedras de Persépolis que reflejan el imponente pasado de la antigua Persia… o las espectaculares mezquitas que por doquier abundan en todas las ciudades y desde las cuales se cimentó y fundamentó la última revolución contemporánea… o los desiertos que ocupan todo el este del país… o la seriedad de su gente… o el caviar… o el petróleo… o la contaminación brutal de Teherán… o la propaganda estatal que decora fachadas de edificios… pero no, me reafirmo; creo que todo cabe en un pañuelo.

En Irán está todo prohibido; a la par que permitido. Ello lo refleja a la perfección el pañuelo; prohibido quitárselo… hasta llegar a casa. Entonces te percatas del otro rostro iraní: de la hospitalidad de su gente, de su carácter abierto; también de su hipocresía… del hartazgo con el gobierno, del pasotismo juvenil con la religión y con una revolución que no va con ellos, del propio desinterés por un imperio que hace 1.500 años conquistó el Islam; de sus impresionantes cordilleras de 5.000 metros que bordean el país y que permiten esquiar durante 4 meses al año, de que el caviar sólo lo exportan a los occidentales dispuestos a pagar semejantes precios; y de que tras el petróleo… poco hay tras él, ya pueden ponerse las pilas.

Su fisonomía es bastante similar a la española, no se percibe una “raza” como la magrebí o la árabe. "Somos persas", te dirán. "¡Somos arios!" En fin, sea como fuere no son muy diferentes; son en general de aspecto andaluz o mediterráneo, morenos de piel y cabello. Ellas son guapas, con grandes ojos, penetrantes miradas y bonitas sonrisas; ellos son tipos recios y curtidos, muy masculinos. Apenas se ve obesidad; será por su dieta a base de kilos de arroz, pollo, yogurt, fruta y té. Además, ambos son muy coquetos. Ellas tienen la limitación (la cruz) del pañuelo. Pero se maquillan mucho (demasiado¿?), y es generalizada la operación de nariz entre todas quienes pueden permitírselo; de hecho, llevar una tirita en la nariz denota posición social, y lo muestran más que lo esconden. Por lo demás, se buscan la fiesta (es decir, el piso) donde sea, cuando tienen ocasión descontrolan su consumo alcohólico como quinceañeros, se desmadran como el rebaño al que le abren el corral… Fuera de casa hay que dar buena imagen; en casa que cada uno haga lo que quiera mientras no llame la atención. Como anécdota de ese doble juego, sirva este diálogo: "en Irán nos gusta mucho los Gipsy Kings - ¿Pero no estba prohibida la música occidental?- Sí, claro, sólo está permitida la música iraní con significado (el suyo, claro) - ¿Entonces dónde los compráis? - En las tiendas - ¿No estaba prohibido? - Sí - ¿? - Lo pides y te lo dan - ¿No está en los escaparates? - No, pero tienen mucho más". Y es que en Irán, la trastienda es más grande que el escaparate.

El gobierno parece ver la sociedad como un perro al que aflojar inevitablemente la correa, mal que le pese, para evitar que se revuelva contra su cuidador. Y el perro ahí sigue, estirando y logrando palmos de terreno mientras se enrojece su garganta; la meta no se sabe cual será, porque las malas pulgas las tiene el dueño…

¿Y un occidental qué puede hacer en Teherán? Pues no se vive mal, pero de ocio poquito, la verdad. Sin conciertos, ni exposiciones que varíen desde hace 30 años, ni cines, ni teatros, ni bares, ni posibilidad de pasear por unas aceras empinadas que son secundarias frente al asfalto, ni discotecas, ni… los locales van a los parques y a los centros comerciales. Flirtean con miradas, pasándose notas en papelitos, y recorriéndose la misma avenida los jueves por la noche mediante un lenguaje de señales de intermitentes y luces de emergencia. No “deberían” circular juntos chico y chica a no ser que estén comprometidos, infieles todos ellos (quienes padecen el sistema son los iraníes, claro; los extranjeros, dentro de una corrección, estamos medianamente exentos). Ahora en invierno tenemos las pistas de esquí, reducto de normalidad en ese aspecto. Por lo demás, nos quedan los restaurantes sin alcohol, pisos en los que arrejuntarnos para algún encuentro o fiesta, muchos DVDs., series bajadas, libros y mucho tiempo para planificar los numerosos viajes que emprenderemos por Irán, que tiene mucho que ver, y por países cercanos y no tan cercanos.

Y tiempo también para reflexionar y escribiros estos ladrillos, g, g. Ya veremos que pienso tras otros 200 días aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no esta mal, no esta nada mal. Gracias por desdramatizar, desdemonizar y poner un toque de humor. Somos como el resto de mortales y al fin y al cabo y al cabo y al fin,los seres humanos de uno y otrs sitios nos asemejamos mas que nos diferenciamos.
Me das envidia, mucha envidia,pero yo espero ir pronto y reencontrarme con todo lo que describes y a mas con la familia, amigos que te entiendo se echa mucho de menos.

Iván Fanego dijo...

Joder, muy bueno compañero...

Lo de pasear los jueves por una avenida y las notitas y no sé qué me parece muy gracioso. Tienes que dar más detalles de esto jajaja

Está claro que la naturaleza humana es una y se abre camino como puede a través de cualquier traba.

“Más vale una vez colorado, que ciento amarillo”

Sabio proverbio ;-)