Si la vuelta de vacaciones siempre es dura, imaginaos que depre al volver a Irán. Dejar atrás la tierra prometida Tai, regresar al cotidiano horarios de oficina, resignarme a ver a Isa cada 2 meses… ya en aeropuerto de Dubai en el que hice escala empezaba a sublevarse la bilis al cruzar miradas con padres de familia que aguardaban hoscos la apertura del embarque mientras la resignada mujer tenía la mirada perdida en sus hijos; bellas mujeres se anudaban con desgana el pañuelo tras 2 semanas de libertad; jóvenes parejas intercambiaban las últimas conversaciones públicas cariñosas; todo envuelto en una atmósfera del particular hedor persa… volvía a Irán.
Sin embargo, todo es cuestión de sensaciones, todo es cuestión de actitudes. Y cada vez más, constato que la mía es de amor/odio, puesto que a la situación descrita también le sucedió el amable y cordial trato de los iraníes con los que intercambié palabra, que rápidamente se mostraron solícitos cuando vieron que no dominaba el farsí (y alguno sí el inglés). Y es que la fachada iraní no es en absoluto cordial, pero su personalidad es por el contrario cercana a la nuestra. En cuanto a las mujeres… ellas lo sufren, quiéralo o no su pareja.
Y volví a Irán. Y se terminaron las celebraciones de Now Ruz. Y se terminó el frío.
Echo de menos la primavera en España…tomar algo en una terracita, despedir la temporada d sidres, acudir a alguna comida familiar, poder pisar playa, echarme unas risas con tantos d vosotros, echar un poker, pero… por suerte, el clima es desde la vuelta completamente primaveral y Teherán parece menos feo y contaminado que hasta ahora. De los matojos que yo creía muertos han brotado hojas que conforman frondosos setos, los hasta ahora huesudos árboles lucen orgullosos su verdor, y un par de tormentas han limpiado la atmósfera dejando ver la imponente cordillera Elborz con la poca nieve que retienen en sus picos.
Ahora que el tiempo no es excusa, y antes del caluroso verano que auguran, nos hemos propuesto descubrir los rincones de la ciudad que más merecen la pena. Y hay alguno chulo. La semana pasada fuimos a comer a Darvand, una zona hostelera acodada en la ladera de uno de los recovecos que bajan de la montaña al norte de la ciudad. El consabido Kebab, té, un poquito de cachimba y a continuación…Wonderland!! Ja, ja, una especie de parque de atracciones instalado en el último piso de un centro comercial. Te daban una tarjeta de recarga y disponías de multitud de máquinas y chiringuitos en los que gastar el dinero. Los míticos camellos de las ferias, dianas, pistolas de agua, muchos juegos de consola…todos los juegos un tanto antiguos, muy del estilo de El Monte Igueldo… el caso es que si acudimos fue para jugar a los bolos; y la sala en cuestión sí que puede considerarse muy buena. El ambiente era joven y animado, de hecho lo más parecido a una discoteca, con buena música a toda castaña y lo pasamos genial, a pesar de mi oxidada puntería.
Ahora tenemos localizados un Paintball y un karting, por lo que esperamos que la primavera nos reconcilie en cierto modo con la caótica Teherán. Entre medias, una feria del Gas y el Petróleo, que también curramos a veces ;)
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