23 de septiembre de 2008

Estrellas en la noche


Hay momentos que a uno se le quedan grabados en la memoria. Algunos son meras anécdotas, otras costumbres que marcaron una época, y los hay también que pueden considerarse “únicos”.

El viernes por la noche, en el caravanserai Zeinodín, permanecí largo rato contemplando el mar de estrellas que inundan la oscuridad del desierto como si de ojos de murciélagos se tratasen. Jamás en mi vida había visto tantas. Las había más brillantes, menos, grandes, pequeñas, autónomas y combinadas en curiosas formas que la imaginación dibuja. Y muchas, había muchísimas, ¿lo he dicho ya?

Así que ahí estuve, pasando uno de los momentos más confortables de cuantos he disfrutado este año. Maravillado de la magia que rodea el mundo. Reflexivo de la fuerza del universo, plasmado en unas estrellas que son las mismas para los indios mutilados que “viven y mueren" en las calles de Bombay, para los ricos que tienen una azotea con vistas al mar en Malibú, para los pescadores de Koh Phi Phi, para los pobres azeríes y para los jeques árabes que compiten por comprar el mayor yate o construir el rascacielos más alto. Para los “cowboys” que salen a jugarse los cuartos entre las luces de neón de Las Vegas y para el porteador de mercancía en Damasco. Para los japoneses, los madrileños, los neoyorkinos y los donostiarras que regresan por el paseo de La Concha tras disfrutar del Festival de Cine. Al mirar este espectáculo me sentí más cercano a todos vosotros. Estamos en el mismo saco… En ese momento de evasión, una luz se movió. Y me dio tiempo para centrar la vista y apreciar el final del recorrido de una estrella fugaz. La primera que veía en mi vida.

Imagino que quien haya contemplado en muchas ocasiones el cielo nocturno habrá visto muchas. Y seguro que desde el caravanserai se podrán ver todas las noches unas cuantas. Pero fue realmente especial para mí, me pilló sensible, je, je. Y a los 5 minutos, Zaaaaas!, otra, más larga y que acabó por desintegrarse… es un mero fenómeno, claro… pero prefiero creer que era una señal de despedida de Irán. Al menos, en ese instante me sentí “enchufado”, en armonía y en paz interior. Y me sentí feliz y satisfecho de la etapa vivida durante el último año iraní y de todos los viajes y experiencias acumuladas. Pero, sobre todo, feliz por la convicción de no arrepentirme de nada en los anteriores 27 años, y por haberme encontrado con vosotros. Siempre podréis contar conmigo.

Como prometía en la dirección del blog, ya estoy volviendo ;).
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2 comentarios:

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho este post!
el sentirse "enchufado" :-)
y con el quote de Nathan glass arriba...
disfruta!

Iván Fanego dijo...

Joder, que casi lloro...

Todos estamos conectados...

Viva el USB!

“Más vale una vez colorado, que ciento amarillo”

Sabio proverbio ;-)